viernes, 29 de abril de 2011

PSICOLIGÍA EN LOS PASILLOS PARA EVITAR LA VIOLENCIA EN UN INSTITUTO DE HUELVA

Lepe (Huelva), 27 abr (EFE).- La Plaza de la Alegría de Lepe (Huelva) no tiene fuentes ni está en el centro del pueblo, ni la calle de la Igualdad tiene aparcamientos para coches o la cruza otra vía sino que son parte de los pasillos y estancias de un instituto que lucha así contra la violencia y la desigualdad en sus aulas.
Se trata del instituto El Sur de la localidad, que con casi mil alumnos es uno de los centros de secundaria más grandes de Andalucía, y ha tirado de psicología para evitar problemas internos derivados de las distintas edades y personalidades que conviven en sus estancias cada día.
Ubicado a las afueras de Lepe, es un reflejo del propio pueblo, el más grande de la provincia de Huelva, con 27.400 habitantes, y una población inmigrante de sesenta y tres países que llega al 20%.
Esa mezcolanza, habitualmente no problemática, y esa alta población escolar pueden llegar a causar roces que habitualmente se han tratado en el centro con las medidas tradicionales, pero que ahora se visualiza en los nombres de las calles que dan personalidad propia a los pasillos del centro, como si se tratase de una ciudad cualquiera, y no de un centro educativo.
"Se trata de uno de los programas que ponemos en marcha cada año en el centro, como una forma de fomentar la convivencia entre los alumnos, algo muy original", como explica Francisco Martínez, uno de los profesores del centro de secundaria.
Gracias a ese proyecto, nada más entrar en el centro los alumnos no llegan a la estancia principal sino que acceden a la "Plaza de la Alegría", toda una declaración de intenciones.
Al entrar en el primer pasillo no se accede a la zona que conduce a la sala de profesores sino que se entra en la "Avenida de la Igualdad", para luego acceder por el entramado de pasillos del centro a las calles del "Respeto", "Altruismo" o "Comprensión".
La idea es original, porque no se trata de martillear a los alumnos diariamente con mensajes de tolerancia y respeto, sino de que su cerebro se quede con la idea de que el respeto es algo implícito en las personas.
El método es similar a la publicidad que una conocida marca de refrescos introdujo en las películas de cine, de forma que salía en pantalla una milésima de segundo, sin que los ojos lo viesen, pero su cerebro sí.
"Los chavales lo ven y se pueden serenar al ver el nombre de las calles y el mensaje que se quiere mandar", concluye el profesor lepero. EFE

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